REPUBLICANS ESPANYOLS A BUCHENWALD i DORA.

FERMÍN CASORRÁN CLAVERÍA

Albalate del Arzobispo (Teruel), 17 d'octubre del 1913

Al finalizar la Guerra de España, Fermín se encontraba prisionero en el campo de “El Toro”, en la provincia de Castellón. Hacinados, miles de republicanos esperaban con temor las decisiones de los militares que les habían derrotado en el campo de batalla. Fermín Casorrán consiguió un salvoconducto para regresar a Albalate del Arzobispo (Teruel), localidad donde había nacido en octubre de 1910 y tenía la residencia hasta su incorporación al ejército republicano. Junto a tres compañeros cogió un tren de carga y, conociendo la represión de los fascistas sobre los republicanos en Zaragoza cambió de idea y tomó la determinación de dirigirse hacia  Francia.  

Viajó clandestinamente en tren hasta Barcelona y Gerona y siguió hacia la frontera temiendo ser descubierto por la Guardia Civil. Afortunadamente encontró varias personas que, asumiendo grandes riesgos, le ayudaron con comida o indicándole los caminos más seguros. Llegó a Francia en  los primeros días del mes de mayo de 1939, fue conducido  al campo de Argelés e, inmediatamente, al de Sant Cyprien donde permaneció durante cuatro meses hasta que fue trasladado al campo de Barcarés. Desde este campo de refugiados, el 23 de septiembre, salió en la  43ª Compañía de Trabajadores Extranjeros para realizar labores forestales

Tras la invasión de Francia por los alemanes, en mayo de 1940, varios miles de republicanos fueron hechos prisioneros y trasladados a los (stalags) ubicados en el interior del Reich. Fermín fue internado, junto a una treintena de españoles y otros muchos presos de diferentes nacionalidades, en el IX B. La Gestapo se interesó por estos republicanos y, en de febrero de 1942, fueron deportados a Mauthausen

En el campo austríaco Fermín trabajó en la cantera y, posteriormente, en la construcción de viviendas para los SS. Sufrió una infección en una rodilla por lo que fue destinado a un barracón con los internos que no servían para trabajar. El 8 de noviembre de 1942 un centenar de presos de Mauthausen y de Gusen fueron trasladados a Dachau (Alemania) donde las condiciones de vida eran más llevaderas. Una buena parte del grupo de Fermín trabajó en diferentes complejos industriales en las cercanías del campo. Fermín recordaba, también, cómo fue sometido a un experimento médico y el apoyo que recibió de alguno de los internos alemanes. Dos años después, a finales de 1944, fue trasladado a Buchenwald.

Ingresó en Buchenwald el 21 de diciembre de 1944 con la matrícula 38961. En un primer momento estuvo empleado en la limpieza del barracón y posteriormente fue trasladado  “…al kommando Wansleben donde se hacían piezas para la aviación. Con un ascensor grande, unos descendían a 350 metros de profundidad y otros, como yo, a 450. Había sido una mina de sal potásica, los deportados habían agrandado las galerías y habían muerto muchos. Las galerías tenían grandes aparatos para dar aire. Además de los soldados había obreros alemanes que dirigían el trabajo”.

Ante el avance de los aliados, durante la primera semana de abril de 1945, los nazis decidieron evacuar el campo central y los kommandos. Los internos iniciaron una marcha a pie sin apenas alimento, cruzando parajes nevados y durmiendo a la intemperie: Cuando salimos fuera se oían los disparos de los cañones y veíamos el polvo donde estallaban los obuses… Al día siguiente  nos dejaron descansar en  las orillas de una cantera de arcilla roja y blanca, cuando mandaron ponernos de pie,  muchos no se  podían levantar y el sargento con unos cuantos soldados a patadas les obligaban y a los que no podían levantarse los mataban allí mismo… Todos los que quedaban rezagados por la fatiga y el hambre eran  fusilados en las cunetas de las carreteras”.

Los supervivientes vivieron su liberación con la eclosión de una desbordante alegría ante la llegada de un momento que parecía inalcanzable: “Llegó la noche, yo ya no podía andar y quedaba de los últimos, hacia las cuatro de la madrugada oímos un avión que dejó caer dos bengalas blancas encima de un puente próximo para saber si estaba minado. Esto me dio alegría y fuerzas. A un español que siempre venía conmigo le dije: “¡Mira! Son los americanos que ahora van a pasar el puente ¡Mañana nos liberan!”. Como habían encontrado tantos deportados muertos en las orillas de la carretera se dieron prisa para liberarnos. Ese mismo día hacia las 13 horas, vimos un avión de reconocimiento y pronto nos vio, bajó hasta cerca del suelo y con un pañuelo blanco nos saludó.

Comenzaba así una nueva época en la vida de Fermín: la vida libre por la que tanto había sufrido y por la que tantos compañeros habían quedado en el camino. Vinieron tiempos para cuidar la maltrecha salud, de recuperar fuerzas, de reiniciar una nueva vida en Francia al haber descartado su regreso a España al ver cómo se afianzaba el franquismo. Obtuvo el carnet de deportado, realizó diferentes trabajos a lo largo de su vida. En 1949 se casó, en Toulouse, con una española, formó una familia que le acompañó hasta su fallecimiento, en Pamiers (Francia) en marzo de 2009.